Antonio Muñoz Molina, uno de los novelistas españoles más importantes de la actualidad, escribe un interesante artículo que se titula así, "Una cuestión de clase". En él se rebela contra una idea de educación que nos hemos visto obligados a asumir los profesionales y que, por encima de todo, huye de cuaquier cosa que pueda ser una solución y la sustituye por aumentar el gasto en tecnología. Esta degradación se debe en buena parte a la abrumadora presencia de indocumentados con poder para legislar en la educación, a los que no les interesa nada educar y sí que su partido o su líder les quiera.
Pero el problema es que la educación es lo más importante para una persona o una sociedad (hay médicos, ingenieros, mecánicos, bomberos, profesores... y, sobre todo, personas bien desarrolladas, porque existe la educación) y en ningún caso debe servirle a ningún partido para ganar unos votos, porque nos jugamos demasiadas cosas, sobre todo la libertad y la felicidad de los ciudadanos, que depende mucho más de la educación que de los que gobiernan.
A continuación extraigo algunos párrafos de ese artículo que se puede ver completo aquí.
"Los pedagogos españoles han despojado a varias generaciones de las herramientas intelectuales para comprender el mundo."
"Sin educación pública, una sociedad está indefensa frente a los charlatanes."
"Pero quizás los charlatanes más insidiosos son los que nos quieren convencer de que somos lo que parece que somos por nacimiento, y de que sin necesidad de hacer nada, de esforzarnos en nada, tan sólo desplegando nuestros caprichos o nuestras inclinaciones, nos podremos “realizar”. El charlatán más peligroso, en estos tiempos, es el que te dice, como aseguran casi todos los anuncios, que “tú” eres el centro del mundo, que sólo tienes que pedir por esa boca para alcanzar lo que deseas, que lo que no es divertido no puede ser interesante, que eres –otra palabra de moda– “especial”.
"Porque aquí, como en todo, subyace una cuestión de clase: los pobres, los inmigrantes, los desfavorecidos, son los que más necesitan la escuela para avanzar socialmente, para descubrir y desarrollar las propias capacidades, para encontrar un sitio justo en el mundo. Los privilegiados ya se ocupan de dar a sus hijos las ventajas educativas y las redes de contactos que les permitirán situarse. Lo que menos perdono a los políticos y a los pedagogos españoles es que, en nombre de un demagógico igualitarismo, han fortalecido escandalosamente la desigualdad."
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