No podemos salir de esta alternativa: libertad, desigualdad, supervivencia del más apto y no libertad, igualdad, supervivencia del menos apto. El primer término de la alternativa lleva a la sociedad hacia adelante y favorece todos sus mejores miembros; el segundo lleva la sociedad hacia atrás y favorece sus peores miembros...
Esto es lo que decía William Graham Sumner (1840-1910), uno de los más fervientes defensores del darwinismo social. El darwinismo social es toda aquella doctrina que intenta aplicar a la sociedad humana alguno de los grandes principios de la teoría de Darwin. De hecho se puede considerar su creador no tanto Darwin, sino Herbert Spencer, que antes de la publicación de la teoría darwinista ya había hablado de la supervivencia de los más aptos, el fitness (adaptación) de Darwin (de hecho parece que Darwin se inspiró en este concepto de Spencer para aplicarlo a su propia teoría). Ni que decir tiene que el darwinismo social les vino muy bien a los nazis para sus políticas de «higiene racial» y exterminio.
Con frecuencia las ideologías racistas han intentado justificar sus incongruencias afirmando que la raza blanca, o aria o la que sea es superior, más adaptada o más fuerte que las demás.Pero el concepto de fitness (la supervivencia del más apto), así aplicado a la sociedad humana, tiene un problema: que este término, en la teoría de Darwin, se refiere sólo a individuos, con lo que no tiene sentido su aplicación a razas o especies. Un individuo que esté mejor adaptado a un medio, será motor de evolución, pero una raza o una especie es un resultado de los cambios azarosos producidos en individuos concretos. Conclusión: desde este aspecto nunca podrá hablarse de una raza superior (ni siquiera más "adaptada" que otra).
Lo mismo ocurre con la lucha por la supervivencia: tampoco es aplicable a supuestas razas o especies, porque las variaciones pueden cambiar como resultado de fuerzas que no tienen ninguna relación con la competición de recursos. Es decir, que no hay supervivencia del grupo más apto, sólo de individuos más aptos, más adaptados (que no más fuertes, ni más guapos, ni más listos. De hecho a veces estar muy adaptado es peor, porque un cambio repentino de las condiciones del medio, acaba antes con los más adaptados a las condiciones previas).
Pero para despejar toda duda sobre si el racismo tiene alguna base racional o no, nos queda por criticar el concepto de raza aplicado a nuestra especie. Tradicionalmente se ha considerado que existe una raza blanca, otra negra, otra asiática... pero la verdad es que hace ya décadas que la mayor parte de los biólogos y antropólogos consideran que no es aplicable al caso de nuestra especie, porque la humanidad no está dividida en una serie de unidades genéticas distintas.
Y es que en las taxonomías biológicas una raza es una población geográficamente aislada dentro de una especie que ha tenido poco o ningún influjo de genes con otras poblaciones durante un largo período de tiempo. No parece ser el caso de la especie Homo sapiens en los últimos miles de años.
Frank Livingstone dijo en 1962 que no hay razas, sólo clinas. Una clina es la distribución estadística de la frecuencia gradualmente creciente o decreciente con que se distribuyen los genes responsables de las diferencias que acostumbramos a considerar como raciales. Es decir, tener la piel «blanca» o «negra» es sólo una diferencia de clina, no de raza, porque es una diferencia biológicamente muy pequeña. Además, ¿dónde entrarían entonces esos millones de seres humanos que no son blancos como los nórdicos, ni negros como los centroafricanos, pero son muy morenos, como muchos pueblos mediterráneos? ¿Dónde ponemos el límite «racial»?
No se puede decir que el racismo sea algo que se fundamente en la razón, ya que sólo parecen existir sentimientos (y no argumentos) racistas.