La Antropología Cultural, que es una ciencia social próxima a la Sociología, aporta ideas interesantes a partir de perspectivas que dan mucho juego para pensar. De esto que digo es una muestra un texto que pertenece a Juan Aranzadi, un antropólogo español.
Aranzadi parte de la distinción del antropólogo Dan Sperber sobre lo que significan respectivamente creer y saber. Decir “yo sé” significa que comprendo plenamente el significado de lo que sé, lo que quiere decir que puedo ver su consistencia lógica y su adecuación empírica. Mientras que decir “yo creo” significa que lo que afirmo lo afirmo pese a no comprender plenamente su significado, o sea, que no soy capaz de evaluar lógica ni empíricamente el contenido de lo que afirmo.
Pues bien, Aranzadi escribe que para la mayor parte de nosotros, miembros de las sociedades “modernas”, la mayoría de las proposiciones científicas no son objeto de saber sino de creencia:
“Creemos lo que educadores y divulgadores nos dicen que dicen y saben los científicos aunque nosotros mismos no lo sepamos, es decir, confiamos en que los científicos saben lo que dicen saber, lo que nuestros educadores y científicos nos dicen que saben. Casi todos nosotros creemos, por ejemplo, que las proposiciones científicas de los biólogos y los médicos acerca de los procesos de procreación y de herencia genética son verdaderas y tienen fundamento empírico, base experimental, pese a que ni comprendemos bien el significado de esas proposiciones ni somos capaces de evaluarlas lógicamente ni hemos tenido ocasión de constatarlas empíricamente. Es decir, la mayoría de nosotros no podemos decir que sabemos que la procreación humana se produce mediante la fecundación de un óvulo por un espermatozoide o que los hijos heredan una mitad de sus genes de cada uno de sus progenitores: en realidad, no lo sabemos, sino que lo creemos porque confiamos en los biólogos y médicos, en los educadores y divulgadores, en las instituciones científicas, sanitarias y educativas de nuestra sociedad, de modo similar a como los europeos medievales confiaban en el clero y en la Iglesia o los “primitivos” en los antepasado.
Así que nosotros nos creíamos a salvo de las creencias (también de los mitos), pero resulta que visto de esta manera no somos tan diferentes a la gente de la Edad Media o a los llamados salvajes o primitivos (hoy llamados miembros de sociedades de cazadores-recolectores) y no dejamos de ser una masa de creyentes de esa nueva religión, cuyos sacerdotes serían los científicos, divulgadores y profesores. ¿No resultaría fácil hoy en día que nos “vendan la moto” en la medida en que nos creemos seres muy racionales y, por supuesto, “a salvo de esas tonterías de las religiones o de las supersticiones, etc”? Por favor, no dudéis en comentar esta idea, si queréis...
Aranzadi parte de la distinción del antropólogo Dan Sperber sobre lo que significan respectivamente creer y saber. Decir “yo sé” significa que comprendo plenamente el significado de lo que sé, lo que quiere decir que puedo ver su consistencia lógica y su adecuación empírica. Mientras que decir “yo creo” significa que lo que afirmo lo afirmo pese a no comprender plenamente su significado, o sea, que no soy capaz de evaluar lógica ni empíricamente el contenido de lo que afirmo.
Pues bien, Aranzadi escribe que para la mayor parte de nosotros, miembros de las sociedades “modernas”, la mayoría de las proposiciones científicas no son objeto de saber sino de creencia:
“Creemos lo que educadores y divulgadores nos dicen que dicen y saben los científicos aunque nosotros mismos no lo sepamos, es decir, confiamos en que los científicos saben lo que dicen saber, lo que nuestros educadores y científicos nos dicen que saben. Casi todos nosotros creemos, por ejemplo, que las proposiciones científicas de los biólogos y los médicos acerca de los procesos de procreación y de herencia genética son verdaderas y tienen fundamento empírico, base experimental, pese a que ni comprendemos bien el significado de esas proposiciones ni somos capaces de evaluarlas lógicamente ni hemos tenido ocasión de constatarlas empíricamente. Es decir, la mayoría de nosotros no podemos decir que sabemos que la procreación humana se produce mediante la fecundación de un óvulo por un espermatozoide o que los hijos heredan una mitad de sus genes de cada uno de sus progenitores: en realidad, no lo sabemos, sino que lo creemos porque confiamos en los biólogos y médicos, en los educadores y divulgadores, en las instituciones científicas, sanitarias y educativas de nuestra sociedad, de modo similar a como los europeos medievales confiaban en el clero y en la Iglesia o los “primitivos” en los antepasado.
Así que nosotros nos creíamos a salvo de las creencias (también de los mitos), pero resulta que visto de esta manera no somos tan diferentes a la gente de la Edad Media o a los llamados salvajes o primitivos (hoy llamados miembros de sociedades de cazadores-recolectores) y no dejamos de ser una masa de creyentes de esa nueva religión, cuyos sacerdotes serían los científicos, divulgadores y profesores. ¿No resultaría fácil hoy en día que nos “vendan la moto” en la medida en que nos creemos seres muy racionales y, por supuesto, “a salvo de esas tonterías de las religiones o de las supersticiones, etc”? Por favor, no dudéis en comentar esta idea, si queréis...
Gracias por el texto.
ResponderEliminarTengo unas preguntas:¿Cómo podemos saberlo entonces?¿Tendríamos que hacer los mismos estudios y experimentos para llegar a lo que ellos saben para poder también decirlo nosotros?¿Y cómo podemos ser selectivos con lo que dicen?