Marcel Mauss (1872-1950) fue un científico social cuya importancia destaca en la Antropología Cultural, sobre todo en lo relativo a un hecho humano fundamental: el don, en el sentido de la acción de regalar a otros bienes o servicios. Su Ensayo sobre el don. Forma y razón del intercambio en las sociedades arcaicas, publicado en 1925, es todo un hito de la Antropología económica porque afirma que la primera forma en la que el hombre se relacionó económicamente no fue ni el trueque ni, por supuesto, el dinero, sino que los primeros actos económicos fueron regalos.
Estos regalos provocaban una deuda en aquellos que los recibían, que no se satisfacía inmediatamente, sino que se aplazaba. Este fenómeno lo estudió en culturas actuales y también extintas. Devolver un regalo genera nuevamente una deuda formando una especie de círculo en el que al final todos los segmentos sociales estarían en cada momento debiendo o entregando dones. Es decir, los dones y las devoluciones darían lugar a un conjunto de relaciones que serían la base sobre la que la sociedad se asienta. Este hecho lo estudió en culturas de indios del noroeste de Estados Unidos y en sociedades polinesias, pero también comprobó su existencia en sociedades extintas, como la antigua Roma.
Pero lo más interesante y lo que quizá haga tan atrayente el ensayo posiblemente sea que se atreve a contrastar nuestra sociedad actual con estas sociedades para intentar evaluar nuestro mundo.
Afirma que nuestra sociedad capitalista, especialmente desde el progresivo desarrollo del dinero y del mercado, ha generado unas relaciones humanas que olvidan este aspecto de nuestra naturaleza: el deseo de dar y de sentirse obligado a devolver lo que uno recibe, lo que ha provocado disfunciones notables en nuestra sociedad. De hecho se puede decir que hoy quien está excluido de la economía está excluido de la sociedad. Eso lo evitaron con éxito sociedades llamadas arcaicas a través de la obligacion de donar bajo motivaciones diversas que impusieron culturalmente a la clase más poderosa económicamente hablando.
La estructura altamente racionalizada de nuestros intercambios económicos, en los que desaparece cualquier obligación posterior a la transacción económica, parece que no acaba de satisfacer nuestra necesidades de cohesión social y nos va llevando, según Mauss, a la necesidad de generar formas que compensen esa deshumanización. Teniendo en cuenta de que hablamos de 1925 resulta ser casi profético: en esta época se van a ir poniendo las bases en algunos países de lo que luego será la seguridad social y todo el conjunto de prestaciones y seguros avalados por el Estado que, tal como Mauss lo ve, son el resultado de entender que al trabajador no se le retribuye simplemente a través de un salario, sino que la sociedad, representada por el Estado, se siente en deuda con ellos más allá de el mero pago de un salario.
Si vamos más lejos de las afirmaciones de Mauss es muy interesante comprobar el auge tan fuerte que tiene el voluntariado, cientos de miles de personas que consideran como muy gratificante regalar tiempo y ayuda a otras personas que se consideran retribuidas por la satisfacción del mero acto de dar. También lo es la fuerte presión y consecuente toma de conciencia de muchas empresas de lo que se ha dado en llamar la “responsabilidad social”, que actúa cada vez más como un valor añadido. No parece bastarnos a los consumidores comprar algo "bueno, bonito y barato", sino que además muchos queremos garantías de que ese producto no se ha obtenido injustamente, ni haya dañado a nadie. Las fundaciones de estas empresas ya son, desde hace tiempo, reclamo publicitario.
En estos tiempos de crisis económica parece renovarse este interés por el trabajo de Mauss: cuando las prestaciones sociales se están poniendo al límite para solucionar los problemas de solvencia que tenemos en Europa. Y también cuando hoy aparece en todos los noticiarios que el valor de lo que los españoles hacemos sin remuneración alcanza el equivalente al 53% del PIB (unos 500.000 millones de euros) que en su mayoría damos a otros: a los hijos, a los hermanos, los mayores, los vecinos o los amigos.
¿Tendrá razón el viejo Mauss al afirmar que esto forma parte fundamental de nuestra naturaleza? ¿Será verdad que por mucho que lo intentamos no somos capaces (afortunadamente) de vivir en una sociedad que se reduzca a mercado, en la que todo esté en venta y todo tenga su precio? ¿No es precisamente lo que más admiramos y queremos aquello que no se puede comprar ni vender, sino aquello que regalamos o por lo que estamos eternamente agradecidos?
Y enlazando con otra entrada que publicamos hace algunos días, ¿no será ese el origen del mito de las tres Gracias?
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